Me ofende y me molesta la universal costumbre de hacer sonar música grabada en lugares donde el oyente no tiene escapatoria.
No veo ninguna necesidad de que los restaurantes, comerciantes y capitanes de medio de transporte decidan llenar los momentos supuestamente no musicales de mi jornada con su idea de un tema musical adecuado.
Prefiero oir los ruidos de la calle, el silencio general o el bonito ritmo de las conversaciones humanas a oir música en un restaurante. ¿Por qué han de prevalecer los gustos del "asesor" del restaurante sobre mi predilección por el silencio? [...] Se podría argumentar que se trata de un simple fondo musical, pero para mi no lo es. [...] La escucho contra mi voluntad. me distrae de mis pensamientos, de mi libro, de mi trabajo, y detesto la selección, la presencia y el arreglo de la música, y la arrogancia de los que me someten a ella.
David Mamet .- Una prefesión de putas .- Madrid: 2000, Editorial Debate
Recomendado el libro. Debe ser la tercera vez que me lo leo. Me tiene fascinado como escribe Mamet.
Escrito por Iñaki a las 2 de Septiembre 2004 a las 09:03 PMEl silencio es preferible siempre, pero pedirlo en la gran ciudad es un lujo
Escrito por Entrari a las 2 de Septiembre 2004 a las 09:27 PM