Al ir a aparcar ya le había visto, estaba en la puerta exterior con su carpetilla y estaba convencido que intentaba vender algo. Cuando bajé del coche ya habia desaparecido así que lo no le di importancia.
Sin embargo al salir del ascensor me le encontré llamando a los vecinos. Me pregunto si vivía allí y si conocía la fundación **** yo le dije que no. En ese momento ya empezaba a sacar los calendarios y yo daba vueltas a la cerradura de un modo frenético intentando escapar de la charla.
El era habil, me aseguraba que eran legales y estaban registrados, me enseñaba los papeles. Sin embargo yo ya estaba dentro de casa. Al verme perdido intento utilizar la carta de la culpabilidad.
"¿Acaso no quieres ayudar a los niños?" me dijo con voz suplicante. "No", conteste yo, "soy una mala persona" y me quede mirandolo, sin cerrar la puerta, a ver si decía algo más. Pero se callo y se fue a intentarlo al piso de abajo.
Escrito por Iñaki a las 10 de Septiembre 2004 a las 02:21 PMEso me recuerda a un maravilloso clásico:
A: - Disculpe, ¿no quiere saber las buenas noticias que tiene Dios para su vida?
B: - Perdonde, yo es que soy adorador de Satán.